sábado, 14 de marzo de 2009

Tomates verdes fritos: el tabú de las lesbianas


Tomates Verdes Fritos, de Jon Avnet (1991) , es una historia de amistad y de amor donde subyace un mensaje que no se atreven a expresar de forma explícita: la relación homosexual entre Idgie ( Mary Stuart Masterson) y Ruth ( Mary Louise Parker.)


La historia está narrada en flasback a partir de la voz de la anciana señora Threadgoode (Jessica Tandy) a una mujer de mediana edad, Evelyn ( Kathy Bates) descontenta con su matrimonio y que encuentra en la anciana y en sus historias un refugio a la monotonía de su existencia.


Idgie y Ruth son dos jóvenes que viven en Louisiana en los años 30. Idgie es el prototipo de “marimacho”. Viste con ropa masculina, prescinde de los modales afectados de las damas de la época, huye del compromiso y de cualquier relación con los hombres, siempre lleva la iniciativa de su destino sin esperar que nadie decida por ella. Ruth, en cambio, es lo que en la época denominarían una auténtica dama. Ayuda a toda su familia, viste muy femenina, dice sólo aquello que se le está permitido pronunciar y hace todo lo que los demás esperan que haga.


A pesar de las diferencias de carácter entre las dos muchachas surge entre ellas una “amistad” que sería hipócrita reducir sólo a eso. Idgie y Ruth se enamoran y prueba de ello es la tristeza con la que la primera recibe la noticia de la boda de Ruth, así como el hecho de que asistiera a escondidas, visualizando la puerta que la sociedad les cerraba.


En lo visual, la relación entre estas dos mujeres es claramente una relación entre dos enamoradas. Sus miradas, sus actuaciones, sus conversaciones... todo indica esto, pero los autores prefirieron desterrarlo al terreno de lo sutil, pero dándonos las claves necesarias para que lo comprendiéramos.


Dos mujeres deciden vivir juntas y criar un hijo, aparentemente siendo simplemente amigas. Sin embargo, todo está lleno de claves que indican que la amistad es mera apariencia. Idgie actúa como la parte dominante de la pareja, lleva la iniciativa y apuesta por la pequeña familia que han creado. Ruth también confía en ese modo de vida y prueba de ello es la decisión de abandonar a su marido.


Sin embargo cuando parecía que la relación tomaba cierta estabilidad, Ruth muere de cáncer. La película condena a la relación no pronunciada convirtiéndola en un imposible. Es justo en ese momento, al morir Ruth, cuando se perfila la evidencia de lo que el film mostraba y ocultaba. Allí, la ama de llaves, la negra Sipsey (Cicely Tyson) las dejas solas para despedirse como si se tratara de un matrimonio.


Los propios personajes tampoco aceptan del todo la situación, por eso la última recomendación de Ruth antes de morir es que Idgie se case. Así que la reivindicativa y trasgresora Idgie terminará sometiéndose al imperios social, siendo una mujer “felizmente” casada durante casi 40 años.


En definitiva, una bella historia de amor que podría haber servido como prueba de que las diferentes formas de entender la familia siempre han estado presentes en la sociedad, se tornó una cobarde historia de amistad con amagos de mostrar aquello que no se atrevían a pronunciar. En 1991, un amor explícito de lesbianas era aún demasiado para Hollywood.

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